viernes, 20 de agosto de 2010

El bien y el mal

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Llevaba toda la noche sin dormir, pensando en el día siguiente, en lo que haría para impresionarla, en como podría decirle que la quería sin recibir un no por respuesta.

Le había comprado un libro, y una rosa, la mas roja que había visto, y no me importaba nada mas que lo que me pudiera decir.

Toda la mañana pensando en ella, en sus ojos negros, su cabello castaño, sus labios rojos...

Cuidé sus dos pequeños regalos- el libro y la rosa- como si fuesen ella misma, hice que todo estuviese perfecto para su venida a mi casa.

Los últimos minutos antes de que sonase el timbre fueron momentos de nervios, silencio, impaciencia...

Al fin había sonado el timbre, yo tenía preparados mis regalos, estaba vestido como mejor podía, por mi mente pasaban todos los momentos con ella...

En la puerta había una pareja de policías.

-Buenos días- Me dijeron.

-¿Que pasa?-

-¿Conoce usted a esta persona?- y me enseñaron una foto de ella.

-S...si, es más, estaba esperando a que viniera.-

-Ha sido asesinada-

Dejaron estas palabras en el aire, y no me importó que se me cayera el libro que llevaba toda la mañana cuidando, no me importó que pudiese romperse, ni me importó que las espinas de la rosa se me clavasen en las mano y me hicieran sangrar, tampoco que esos dos policías vieran como de mis ojos salían lágrimas sin parar, y no me importó que llamaran a timbre cuando cerré la puerta de un golpazo.

Subí hasta mi habitación (era una casa de dos plantas), allí me senté en la cama, lloré, me acordé de que mi padre siempre me decía "Los chicos valientes no lloran", recordé sus ojos, rogué a Dios que me la devolviese, a ese mismo Dios del que siempre había dicho que no existía, a ese Dios al que había insultado tantas veces en mi vida...

Y volví a abrir la puerta de la calle, los policías seguían allí.

-¿Donde está?-

-En el Tanatorio de la ciudad, allí pueden decirle en que sala se encuentra.-

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No me hizo falta mas información, cerré la puerta, y esta vez no volví a oír como llamaban al timbre o golpeaban mi puerta. Tenían mis datos, podría venir en cualquier otro momento.

Hacía tiempo que había dejado esa vida que en unos segundos volvería a tomar, una vida de demonio, de asesino...

Hice que me brotaran las alas de nuevo, eran unas alas negras, con huesos asomando en algunos de sus bordes, mis uñas se volvieron garras afiladas como cuchillos, mis ojos se volvieron rojos, y mi corazón latía a un ritmo al que a cualquier humano le habría dado un paro-cardíaco.

Llegué al tanatorio, de noche, rompí la ventana que había en el pasillo que daba a su sala, y entré en ella.

Abrí el ataúd, estaba pálida, y debajo de su vestido blanco aún se veían algunos cortes. Cogí su muñeca, bebí de su sangre, y sus recuerdos fueron míos. Un violador como cualquier otro, ella iba sola, y el la vio, ella intentó defenderse, pero él sacó su cuchillo y le asestó dos puñaladas, solo una la mató. Tras esto, en el informe de forense que había encontrado en uno de los sillones de la sala ponía... en fin, ponía que el violador había hecho tras matarla... lo que tenía pensado hacer desde un principio... violarla.

Mi rápida velocidad me hizo llegar a la casa del asesino. Llamé a su puerta, cuando vio mis ojos y mis alas se asustó de verdad, y echó a correr hasta su cocina. Lo seguí, tenía un cuchillo en la mano, se lo arrebaté y lo lance lo mas lejos que pude dentro de la casa.

- Hoy has hecho algo con la chica equivocada...-

Y no me hizo falta nada mas que pasar mi mano por las venas de su cuello, y mis garras se lo cortaron.

Ya en mi casa me di cuenta de lo que había hecho, había faltado a mi promesa de no volver a este mundo, me había rebajado a la altura de ese insignificante violador, y sería cuestión de tiempo que el resto de los grandes de mi especie descubriesen que había faltado a la promesa, y que me había saltado una de sus reglas, me había enamorado de una humana.

Pero en mi mente había dos sentimientos, por una parte creía que lo había hecho bien, porque había hecho lo que me mandaba el corazón, por otra parte sabía que mi mente me había aconsejado lo contrario. El bien y el mal.

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